SEVILLA COFRADIERA..

domingo, 12 de abril de 2009




A mis hermanos. Hermanos y costaleros.

Pregón del Costalero, David Rodriguez Muriel.

Os lo debo. A todos los que no dudasteis en llamarme. A los que me habéis dado el calor afectuoso de vuestro abrazo. Los que me pusisteis aquí. Los que me escribisteis palabras de buena nueva. Antonio Valentín, Manuel Dorador, Álvaro Barea, Rafael y Miguel Alcalá, José Luís Illescas... Las sabias lecciones de la historia de este mundo nuestro que me fue soltando Fermín Castillo. Os lo debo a los que confiasteis en este mal poeta de las devociones, con toda la Junta de Gobierno que presides Víctor Hidalgo y por supuesto, al que cada noche de Cuaresma de hace ya 10 años, uno tras otro, me fue contando pormenores mágicos de una historia caliente y verdadera y departió, y me descubrió tanto como lo sigue haciendo en la vida.

Señor presentador, es usted prototipo de un cofrade, de un hermano de sus hermanos, en vías de extinción.

Vengo a pagarte una deuda
y a darte todas las gracias;
que por tu bendita culpa
y de tu madre, Esperanza,
por tu Niña que llevaste
como primera enseñanza,
Victoria, la que su palio
era panal de la gracia,
hoy yo tengo el corazón
para ellas dos. En Santa Ana
y en la Iglesia dominica
antigua Santa Escolástica.

Te he tenido. Me empapé
de tus historias sobradas,
tus lecciones, tus consejos,
o tus sabias enseñanzas
y el veneno de tus gustos
de tus coplas gaditanas.

Tanto tengo que pagarte
y hoy no he traído nada.

Más la deuda, si tú quieres
ya sé de qué forma dártela...

Devolviéndote lo dado:
capataz, hermano... valga
por nuestras gestas, la radio,
los viajes, por tu casa
y por quedarte a mi lado.

Por generosas palabras
con las que me has presentado.

Paco Estarli, siempre gracias.


III.- Privilegio y orgullo

Pregón Oficial de Granada. El Teatro Isabel la Católica se viste con los trajes de la fiesta cofrade, lírica y de ocasión. El pregonero desgrana verdades en una literatura fácil, con una poesía hundida en los clásicos. Y llega el momento. Incuestionable, seguro, firme, el que nunca fue costalero pero desde ese día probó el dulce peso de su Santo Crucifijo en los ensayos, alza la voz y clava en los tímpanos de cientos de cofrades, que Granada está en deuda con los hermanos costaleros, y solicita una calle que ha llegado y desde entonces inmortaliza el oficio más bonito, más humilde, más verdadero, más callado y más generoso de cuantos pueblan el universo cofrade. Gracias Miguel Luís López-Guadalupe Muñoz. Gracias pregonero porque enarbolaste una bandera vencida y despojada de gloria, y que hoy ondea en el nomenclátor de esta ciudad, en buena parte, por tu bendita culpa.

Y es que como Cristo, este que se nos va, hace cumplir 33 años de vida costalera, por el empuje de unos pocos que contaban sus primaveras con el “uno por delante”. Enfundados en fajas de juventud, de María Auxiliadora a la Virgen Capitana. Cuadrillas de Paciencia, de Concepción, de Victoria, de la Santa Cruz, de los Favores... Cuadrillas de seis jornadas. Cuadrillas de unos pocos que se bastaron para construir todo esto que hoy disfrutamos. Cuadrillas que nos dejan una herencia que algunos empeñan sus ánimos en destruir.

Cuadrillas de Granada con 33 años amasados como los algodones de un costal. Tantos como la misma edad de un Galileo que vino a hacer un mundo nuevo. Cuadrillas de ayer, herencia de hoy. Primera de las casas de hermandad de la ciudad gracias a los costaleros, en la calle de San Pedro Mártir. Boletines únicos, transparentes, pioneros. Su Santidad aplaudido a gritos de “Totus Tuus” mientras en la pancarta que lo aclamaba, se leían las siglas: Cuerpo de costaleros.

Cuadrillas de Granada que no dejan que Dios, el Dios de verdad, el Dios único, el Dios más inmenso y más cercano en la Hostia, salga a la calle sobre un armazón de neumáticos. Gracias a aquellos que hace 31 años nos dejasteis el más bonito sueño, la mejor procesión, el mejor trabajo costalero: ser los pies de Dios, que no de la madera sagrada.

Cuadrillas de Granada, cuadrillas de hoy. Hombro a hombro trabajan dos hermanos; Carlos Laraño le aguanta la pelea a un paso que viene dando Favores. David Puche firma el acta de notario de la gracia. Miguel, inolvidable Miguel Laraño, convierte en buenas las glorias de aquel año donde la Cena más gloriosa del panorama andaluz, salía al mando de Antoñín.

Tarde de gloria: huele a juncia y a mastranzo. Dios en la calle. Contigo se despide Manuel Dorador. ¡Qué final de lujo! Macizo, el paso, comparte presagios de grandeza. En el zanco, asoma la mano firme y generosa del grande de Alejandro Eslava. Detrás, escudero de la humildad, Jesús Rodríguez manda.

Cuadrillas de Granada dejando sin aliento a los sevillanos; no me lo contó nadie. ¡Lo viví! ¿Oye, has visto al “granaíno” de la derecha alante del Decreto? “Miarmas” a los pies de Miguel Almagro.

Cuadrillas de costaleros de la ciudad de Granada, que tienen la valentía de ir de frente por la vida, sin pasitos atrás, sin extraños, de cortito y bien mecida la cosa, como aquellos de la Entrada en Jerusalén que dieron la chicotá de sus vidas donándose a sí mismos.

Cuadrillas de Granada, delanteras de palio armadas, serias, firmes, impolutas: el Agüelo, Lolo Valenzuela, Juanjo Ubago, Carlos Chicote, David Morente.... el mismo que sueña imposibles de Paciencia cada Miércoles Santo. Cuadrillas, sí, cuadrillas, de hermanos sin estar en nómina ni falta que hace cuando la devoción se exterioriza con madurez. Cuadrillas pregonadas por el genio indiscutible de Álvaro Barea; caen los quilos en la Plaza Nueva. Pañuelos blancos por los balcones. ¡Siempre verde Pepe Juncal, siempre verde! Y las traseras, que sostienen y que empujan, esclavos de quienes mandan. Calzados, o destripadas sus cervices; traseras de verdad, de casta, de orgullo y de sentimiento: traseras con la firma ineludible de Marín, de Pepe Pontes, de una derecha atrás cocida con las lágrimas verdes de Francisco Gámez.


Costaleros, los que hacen
las cuadrillas de Granada
que vencen las angosturas
de las puertas de las casas
donde Dios vive esperando
madera, metal y andas.

Costaleros que de frente
le presentan la batalla,
a los quilos, a las horas,
y a los miedos, con sus ganas.

Costaleros embebidos
pocos somos, más faltaran,
para la Madre de Dios,
que allí sí damos la talla.

Traseras siempre obedientes,
manos sobre las zambranas,
fijadores que un guiño
de posiciones estallan
y pateros, los pateros
que bordan las filigranas
de los giros imposibles
por nuestras calles y plazas.

La física se destruye,
y las leyes se acobardan
cuando los palios conquistan
las quimeras anheladas
y las preguntas son filos
de las dudas afiladas:
¿con movimiento de hombres
estas artes van firmadas?

Los palios andan de corto
con mecidas estudiadas,
con el garbo y el donaire
de la bendita “Esperanza”;
las zaidineras maneras
de la “Luz” que se destapa
como un lucero al compás
de quien la lleva acunada.

Y son los palios antiguos
los que se hacen de otra casta
los que en salmón van ganando
“Dolores” para su causa.

Los palios siempre se mecen
con esa bendita gracia
y ese brío marinero
de la “Madre Capitana”.

O te cogen por sorpresa
y te eclipsan y te agradan
como el palio fantasioso
de la que “está coronada”.

Palios egregios, “silentes”
sin estridencias, sin marchas,
que cobran la vertical
y hasta el cielo se levantan
con la potencia absoluta
del silencio que le manda.

Palio, palios, soberanos
doseles donde se avanza
con los dos pies por igual
y destilan enseñanza
como el de la Niña “Paz”
o la que en su nombre graba
las “Maravillas” certeras
de un cajón que se equipara
a la grácil bambalina
de bellotas siempre largas.

Palios que van destilando
infinidad de amalgamas.
Una lucha sin cuartel
para vencerle a la banda.

Ponerse, que voy a llamar.
Y en el momento en que llama
nadie acierta a comprender
ese equilibrio, esa audacia
que le imprimen los hermanos
del Templo de las “Descalzas”.

Palios de “comendadores”,
de la “perla de la Italia”
academias del buen gusto,
por donde siempre se escapan
momentos para el disfrute,
destellos puros de magia.

Palios finos, costaleros
de las artes de Granada.


Ah, cuadrillas de Granada; Oído “Pí”. Esta va por los de siempre, por Josemi, por Antonio Entrena, por Rafa Moya, por Emilio Martín... por una Granada entre Varales de amor a los hermanos. Peones invencibles debajo del Huerto como Nacho Jiménez. Torería sobrada en el palio de la Luz; demostración de cómo a hombros pueden bordarse las chicotás veteranas si viene de frente la joya salmón de los Dolores. Lugares en los que todavía quedan momentos de severidad, de elegancia, de clasicismo sin estridencias como cuando Pepe Luís Illescas pellizca con costeros el costero del Gran Poder.

Cuadrillas, cuadrillas de una Granada viajera y dispuesta a aprender. Savias nuevas en Eduardo Salamanca, que huele a Nazareno y a Descalzas desde la cuna. Veteranía que se paga con el disfrute de sentirse costalero y amigo como Manuel Peregrina. Generosidad a manos llenas que Mariano Ortega baja dos palos para ayudar donde el paso hace aguas. Categoría de peón, de amigo, de hermano, de tanto, como Antonio Gavilán. Competencia y saber estar de los que pueden, como Agustín Ortega. Hombres que vienen a cumplir con lo que está mandado, como Pablo Salmerón. A deshacer las calles en las artes de andar sin despeinarse, con el señorío de Antonio Valentín García, de Víctor Hidalgo; con el humor sagrado de Pedro Segura, con el estipendio de los años... Treinta y uno, treinta y uno en las hechuras cofrades de Paco Estarli.

El diccionario ya tiene
la definición perfecta
para explicarle a los vientos
y definir que es la fuerza,
que de la Lengua Española,
ha llegado la Academia
hasta Jesús y María.

Tomó nota de la Cena;
marchó a la calle Santiago
y apontocada en la acera
al ver como se venía
a los sones de cornetas
un “Getsemaní de oro”
y en sus esquinas profetas,
apuntó bien el detalle
de profesión académica.

Alguien tuvo que explicarle
cuales son los teoremas
del camino hacia el Calvario
con lecciones de grandeza
si viene dando izquierdazos
por la Calle Pavaneras
la calle de la Amargura:
Cristo con la Cruz a cuestas,
porque nunca se haga daño
al caerse, con las piedras.

Todo es distinto en Granada
y hasta distinta es la lengua
que al Señor de la Lanzada,
porque su peso no pesa,
se dice que tras diez horas
ensancha su parihuela.

Y si mucha es la angostura
a ver quién es el que piensa
que los canteros antiguos
que trazaron nuestras puertas
no fueron los ideólogos
que a propósito no hicieran
las medidas intimistas
para que se vaya a tierra
el “Tribunal de los oros”
del paso de la Sentencia.

No, no sé cómo se atreven.
Cuál será su recompensa.
Tú a vestirte por los pies
que este año no tropieza.
Te acompaña la verdad
y con ella su presencia,
porque Chiqui, capataz,
El que “expira”, va a tu vera.

El Silencio cruza el Dauro
con nanas de mil saetas
mientras lo acunan los suyos
con chicotás de entelequia
que a veces Dios nos parece
cuando en San Antón, de vuelta
avanza siempre compacto,
que Él mismo es quien rachea.

El Gran Poder de costero
en su elegante manera.
Arquivoltas goticistas
de traza enjuta y prieta
para que a Pasión le cueste
tomar calle albaicinera.

Fortuna de las cuadrillas
de Misterio, altaneras,
con izquierdos por delante,
con coreógrafas firmezas,
con caída a los costeros
y zancás que se cincelan
en las firmes compañías
del tambor y la corneta.

Misterios que tienen alma
que a nadie duda cupiera.
Cristo que de veras anda
porque así nos pareciera.

No sería esto igual
ni esta afición creciera
sin las cuadrillas que formanla Granada costalera.

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